Soy Sebastián, soy alcohólico y hoy no he bebido.
Es posible que el ego no haya sido la causa determinante para desarrollar mi alcoholismo. Pero desde luego, el alimentarlo de manera desaforada si que lo incrementó. Me ayudaba el beber a soportar cosas tan evidentes, como que yo no era el centro de atención permanente de nadie. Antes, durante y después de una ingesta alcohólica podía vagar por mundos de fantasías donde yo era el héroe. Luego la realidad se encargaba de poner las cosas en su sitio.
Gracias a A.A. ya no bebo. Gracias a eso soy consciente de lo que me rodea. Y aunque no todo me gusta, me siento mejor. ¡Mucho mejor!
Qué difícil es identificar eso que llamamos “amor propio” o “autoestima” del pernicioso ego. ¿Lo conseguiré algún día? Si sigo en doble a, a lo mejor encuentro la respuesta.
Felices 24 horas.
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